Hasta ahora, mis entrenamientos habían sido un poco caóticos. Me limitaba a correr y poco más. Aunque muchas veces me ponía el pulsómetro, de hecho la mayoría de las veces, sólo lo usaba para comprobar que mi pulso no se disparaba. Sin embargo, con mi reto anual de acabar la maratón de Madrid, esto ha cambiado.
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Ahora, además de llevar el pulsómetro, lo uso para entrenar a unas pulsaciones concretas. A partir de una prueba de esfuerzo, en la que entre otras cosas averigüé mi umbral anaeróbico y la fórmula de Karvonen que encontré aquí, he conseguido mis verdaderas zonas de trabajo y, por fin, estoy haciendo unos entrenamientos con objetivos concretos que a veces cumplo y otras veces no.
Además de necesitar conocer tus zonas de pulsaciones para poder hacer este tipo de entrenamientos hay otra cosa con la que he tenido problemas: la precisión del pulsómetro. Y es que, aunque después de llevar un rato, el pulsómetro marcaba correctamente, durante los primeros minutos hacía unas oscilaciones increíbles, pasando de 120 a 190 y viceversa practicamente cada segundo. La solución ha sido bastante sencilla: ajustar bien la cinta del pecho y humedecerla ligeramente antes de usarla (el agua es un buen conductor de la electricidad), con lo que conseguimos mucha más precisión y mucho antes.
Espero que este post os ayude a mejorar vuestros entrenamientos y alguno de los problemas que podáis tener con los gadgets que utilizamos.
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