Para los que somos padres o tenemos contacto habitual con niños resulta llamativa la relación que tienen algunos padres y madres con sus hijos, en el sentido de que no siempre se comportan de forma lógica y coherente, llegando en ocasiones a situaciones más que absurdas.
Desde mi punto de vista, las obligaciones de todos los involucrados en el desarrollo de los pequeños (padres, tíos, abuelos, profesores, cuidadores) requiere de un gran esfuerzo mental y un continuo pensar en las consecuencias de nuestras palabras y actuaciones. Así es que debemos sentarnos a pensar seriamente lo que hacemos y lo que deberíamos hacer. No hay excusas. Es la obligación de los educadores.
Por lo tanto, empecemos por el principio: ¿qué es la educación?
Buscando en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), resulta que educación tiene 4 acepciones, a saber:
- Acción y efecto de educar.
- Crianza, enseñanza y doctrina que se da a los niños y a los jóvenes.
- Instrucción por medio de la acción docente.
- Cortesía, urbanidad.
Por supuesto, no queda más remedio que buscar el término educar, que tiene los siguientes significados:
- Dirigir, encaminar, doctrinar.
- Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc..
- Desarrollar las fuerzas físicas por medio del ejercicio, haciéndolas más aptas para su fin.
- Perfeccionar, afinar los sentidos.
- Enseñar los buenos usos de urbanidad y cortesía.
Los niños, aunque al principio sólo tienen la necesidad de cubrir sus necesidades primarias, pronto empiezan a luchar por recibir la atención de los que le rodean, TODA la atención, o la máxima posible y, en función de cómo nos enfrentamos a estas primeras pruebas se van a ir desarrollando las siguientes.
Los pequeños ponen pruebas constantes. Pruebas de hasta dónde pueden llegar y cómo pueden conseguir lo que quieren, desde un abrazo hasta la última consola del mercado y la hora a la que pueden llegar a casa cuando empiezan a salir. Y para que todo se desarrolle lo mejor posible para ellos, son necesarias 2 cosas fundamentales: coherencia y compromiso.
La coherencia es obvia, para que todo lo que supone la educación se lleve a cabo según lo esperado. Si no hay coherencia, los niños no pueden aprender las normas sociales que necesitarán cuando sean más mayores. No aprenderán que cada acción tiene unas consecuencias que les permitan anticipar si deben o no deben hacer algo.
En cuanto al compromiso, me refiero al compromiso de los educadores y cuidadores con el proyecto de persona que es cada niño o niña. Donde, a pesar de las diferencias de criterio, tiene que haber una posición común de ambos padres con respecto a las situaciones que aparecen y donde todos tienen que tener muy claro el destino final: que el niño se convierta en persona.
Esta claro que esto son ideales y que no siempre hacemos lo que tenemos que hacer. Todos tenemos derecho a equivocarnos y a tratar de enmendar nuestros errores, pero debemos tener claros los objetivos y el objetivo de los hijos no es satisfacer a los padres ni ser una excusa de éstos para justificar su situación personal, si no dejar de lado nuestros problemas para dar soluciones eficaces a los de nuestros hijos, sobrinos, nietos, alumnos o menores a nuestro cargo, aunque sea sólo durante 1 hora.
"La primera tarea de la educación es agitar la vida, pero dejarla libre para que se desarrolle." María Montesori.
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